12.12.10

¿Quién visita tu perfil de Facebook?

Hoy me voy a centrar en esas maravillosas, estupendas, increíbles, asombrosas, maravillosas, estupendas... aplicaciones (no oficiales) de Facebook que te informan con total y absoluta confianza de quiénes son esos pequeños espías que visitan a nuestras espaldas (que cabrones) nuestros perfiles. Estas páginas te informan que cumpliendo una serie de requisitos como poner que la aplicación te gusta, publicarlo en el muro de dos mil amigos y haciendo el pino en el Everest te funcionará sin problema ninguno (cosa totalmente creíble).

Teniendo en cuenta que:
















El mismo Facebook en su declaración de privacidad te dice que es IMPOSIBLE saber quien visita tu perfil o si pueden saber si visitas sus perfiles, y eso ya hace bastante poco creíble la eficacia de estas supuestas aplicaciones.

Ahora veamos el ejemplo de una de estas estupendas páginas que con su profesionalidad y buen haber nos proporcionan un servicio gratuito y ejemplar.

























¡INCREÍBLE! En tan sólo 3 sencillos pasos podemos convertirnos en verdaderos profesionales en vulnerar la política de privacidad de Facebook. No aguanto más a empezar a hacerlo... Además, hay una foto que confirma sin lugar a dudas la veracidad de esta inimaginable aplicación. ¿Estará retocada? No creo, la gente es buena y no engaña nunca a nadie.

















Paso 1: Click en los botones de "Me gusta". No se que tiene que ver con activar una aplicación, pero lo haré...

Paso 2: Compártelo en tu perfil... ¿Seguro que esto es serio?

Paso 3: Publica eso de ahí en 5 perfiles distintos (ojo, ni cuatro ni seis... ¡¡Cinco!!)








OJO, esto de arriba no es enlace a la aplicación ¿eh? Es sólo una muestra del link que ofrece la página, donde se puede observar por todo el sitio la buena ortografía y profesionalidad con la que trabajan. Pero si quieres... accede a la APLIACION.







































Como veis, la gente, creyendo aún en la bondad de las angelicales aplicaciones gratuitas, pican publicando lo que se les manda por diversos muros. Aunque haya alguno que lo ha probado y no les ha terminado de convencer.

En serio, hace un tiempo existía una aplicación que, aprovechando un agujero en la vulnerabilidad de Facebook, te decía quien podía visitar tu perfil, pero aún así no era una estadística fiable, pues se basaba en la gente con la que más interactuabas y no sólo en quienes te visitaban. Ahora, ese agujero está solucionado, y aunque descubrieran otro (que supongo que tarde o temprano pasará) los datos seguirían sin ser fiables con exactitud.

Es más, con estas aplicaciones instaladas, sus desarrolladores tienen acceso a TÚ información, sabiendo cuando estás conectado, que páginas visitas y muchas más cosas que cualquier amigo tuyo del Face NO podría saber. Recomiendo borrarlas, y no sólo estas, sino todas las que tengáis. Pero ya sabéis que las que huelen a podrido como estas son de menos fiar.

Un saludete.

18.10.10

Básico de Ubuntu 10.04

Ya hace un tiempo publiqué algo básico del linux Opensuse 11.2. Pues bien, hoy publico lo más básico del linux Ubuntu 10.04. Si ya dije que Suse era fácil de usar, ahora digo que el Ubuntu es facilísimo de utilizar. No hace falta saber nada fuera de lo normal ni siquiera informática para disfrutarlo a nivel usuario. Tiene todo lo necesario: multimedia, juegos, office (en este caso openoffice), pero veámoslo mejor.























Esto es el escritorio básico del sistema operativo. Por supuesto puede configurarse a nuestro gusto, eligiendo los botones que queramos que aparezcan o incluso cambiando el tema, pudiéndolo personalizar también.


En el botón Sistema>Acerca de Ubuntu, tienes toda la información sobre el S.O. y su filosofía.

Pues bien, resulta que quiero utilizar un programa de edición de fotografía como el photoshop por poner un ejemplo. En linux no está disponible este programa, pero si un homólogo suyo llamado Gimp. Pero... ¿Cómo lo bajamos, de dónde?























Primero vamos al centro de software de Ubuntu. Como se puede ver en la fotografía pinchamos Aplicaciones>Centro de software de Ubuntu.























Aquí podemos hacer dos cosas: o buscarlo directamente en el buscador o nos vamos a la opción Gráficos. Pero si sabes el nombre exacto es más rápida la búsqueda.























Como podéis ver, poniendo Gimp en el buscador aparecerá en la primera opción. Se le puede dar a instalar o a obtener más información del programa.























En esa misma pestaña, no sólo aparece la información y una fotografía de ejemplo, sino que además te enlaza directamente con su web. Al darle a instalar te pedirá la contraseña de administrador.























En muy poco tiempo lo descarga y lo instala automáticamente, teniéndolo disponible en la opción Aplicaciones>Gráficos.

Como se ve, es fácil encontrar prácticamente cualquier programa o juego a través del centro de software.























Aparte de eso, el S.O. ya viene con una serie de aplicaciones imprescindibles, como el openoffice. En la foto se ve como acceder a el de forma muy sencilla.

Además, yo por ejemplo tengo dos pantallas (la del portátil y otra que conecto). Sinceramente el configurar las dos me dio mucha guerra en Opensuse, pero en Ubuntu, fue cosa de enchufarlas.
















Se aprecian las dos pantallas, la pequeña del portátil a la izquierda y la otra más grande a la derecha. El círculo rojo representa el escritorio que estamos viendo, donde se ven reflejadas las dos pantallas. Los otros rectángulos en blanco son los demás escritorios de los que disponemos, pero en este caso no están en uso.

Y por último, veamos como quitar ese molesto virus que ha infectado un pendrive en Windows y que no para de ejecutarlo erróneamente y ocultando los ficheros ocultos.
























Pinchamos el pendrive y automáticamente lo reconocerá el equipo. (Hasta ahí todos llegamos :p )























Una vez hecho, podemos hacerlo gráficamente, yendo a través de Lugares>Equipo o con comandos en la terminal (yo me fío más de este último).

Es muy sencillo. Abrimos terminal, dependiendo en la ruta en la que estemos (normalmente Home) accedemos a la raíz. Podemos hacerlo con ruta absoluta: cd / o con ruta relativa: cd ..

Una vez ahí escribimos cd /media/(nombre del dispositivo)
Una vez dentro, escribimos ls para mostrar el directorio, aunque prefiero poner ls -la (ya que muestra también los archivos ocultos)

Como ya explico en el pantallazo, si vemos algún ejecutable .exe extraño o que no nos suene de nada, ni lo penséis: borradlo con la orden rm (por ejemplo rm foto.jpg), si fuera una carpeta se pondría rm -r. Puede que te pida la contraseña de administrador. En cuanto lo hayamos hecho, cerramos la terminal y expulsamos el pendrive. Todo muy fácil ;)























Yo particularmente tengo una partición de Windows y otra de Ubuntu, para los que no se quieran a arriesgar a tener sólo linux. En la instalación del mismo Ubuntu te da la opción de compartir los dos sistemas operativos (siempre y cuando se instale primero Windows o que éste ya se encuentre instalado). Por ejemplo, escucho música desde los archivos de Windows, pues usa un sistema de ficheros NTFS totalmente compatibles con linux. El programa que uso me lo bajé en el centro de software, y aunque no es de los mejores es el que más me recuerda a Winamp. Sencillo y rápido.

¿Quieres descargar Ubuntu gratis? Pincha aquí.

Un saludo a todos.

21.7.10

Este Moisés....





...tuvo una suerte...

27.6.10

Profunda voluntad

    La noche era tan oscura como la falta total de luz permitía, pues en medio de una llanura, donde el único indicio de vida humana era una mugrienta casa, cuyos restos oxidados por el paso sin piedad del tiempo carcomían la débil estructura. La falta de luna sólo hacía de la endeble morada una mancha borrosa en forma de sombría presencia aterradora. En su interior un anciano, atormentado por sus errores cometidos a lo largo de su larga vida, hacía del hombre un espíritu errante sentado en un roto pero aún cómodo sillón. El viejo, aún a pesar de no haber cometido grandes faltas que hubieran dañado a otras personas, se arrepentía de las decisiones, que aunque trágicas, cambiaron de una existencia rica y próspera, a una trágicamente solitaria y paupérrima. El sol se puso para él hacía ya muchísimos años.


    El hedor de la casa era ya un compañero inseparable del hombre que, cansado de vivir, se dejaba mecer a manos de un destino del que ya no creía. Las cucarachas, sus verdaderas amigas, se paseaban sin temor a la muerte por toda la morada. El hombre era un cadáver cuyo corazón seguía, todavía, latiendo.


    Mientras, un hombre de paso fuerte y firme abrió la puerta con la intención de encontrar al viejo. Misterioso y observador, parecía ver con la naturalidad del día, aún inmerso en la oscuridad. Se detuvo ante el solitario anciano que ni pareció inmutarse incluso sabiendo la presencia que lo observaba. El foráneo abrió el largo abrigo que vestía. Si la luz hubiera podido penetrar un solo segundo, se habría apreciado el uso y la larga historia que su ropa descubría ante el mundo en el que era exhibido. 


-Has venido –dijo el hombre sin moverse-. Te esperaba.


-Lo deduje en cuanto cumplí con mi objetivo. 


-¿Mi hijo? –Preguntó el anciano.


-Tal y como acordamos. –Respondió el visitante.


-Entonces el… 


-En efecto. –Asintió el recién llegado.


-¿Estás dispuesto a hacerlo? –Indagó el viejo.


-Creo que si cumplo con la palabra que le di te haré un favor. –Dijo el visitante mirando al hombre, sentado con la mirada perdida.


    El silencio se apoderó del lugar, pues el recién llegado sintió una gran empatía por el viejo, un hecho raro teniendo en cuenta su tosca personalidad. 


-Sé que no lo permites, pero… ¿Puedo hacerte una pregunta? –Expresó el hombre con ingenuo atrevimiento.


    El foráneo aguardó unos segundos antes de contestar, pues necesitaba pensar ante una inesperada cuestión a la que nunca había tenido que enfrentarse anteriormente. Examinó su piel pálida y sucia; el hombre hacía tiempo que no comía. Miró sus ojos, cuyas dilatadas pupilas por la falta de luz parecían decir con voz alta que no deseaba vivir más. Examinó su cabeza, cuya falta de pelo en algunas zonas acompañado de costras sangrantes, indicaba una enfermedad que le consumía lentamente. Definitivamente no perdía nada cumpliendo con la voluntad del anciano.


-Puedes. –Respondió escuetamente. 


    El hombre se inclinó levemente hasta despegar la espalda del asiento.


-¿Qué se siente al vivir tanto tiempo? –Preguntó con entrecortada voz.


-Jamás responderé a esa pregunta –dijo el visitante algo molesto-. Voy a acabar con esto enseguida.


-Tu voz rota indica que has debido de sufrir mucho.


    Sin mediar palabra, el foráneo sacó de su cinturón un afilado cuchillo que en pocos segundos ya rozaba el cuello del viejo.


-¡Por favor! –Exclamaba el hombre- ¡En la barriga!


    El visitante arqueó una ceja ante la inesperada voluntad de su víctima.


-Sufrirás más.


-Lo sé –decía con triste voz-, pero el tiempo que me quede querré saborearlo hasta el último soplo de mi aliento.


-Como quieras. –Dijo con aparente frialdad.


    El cuchillo penetró tan rápido como una flecha en el estómago del anciano. Éste apenas se inmutó, pues esperaba la muerte como si ya hubiera podido olerla. El viejo, tendido en el suelo sangraba abundantemente, mientras que el misterioso hombre se dio media vuelta para irse. Antes de abrir la puerta que conducía al exterior agachó la cabeza, aguardó unos segundos y se dio la vuelta mirando de nuevo a su agonizante víctima.


-La vida está hecha para acabarse –decía el foráneo-. ¿Qué si he sufrido? He pasado tantas penurias que deseaba como tú que todo se acabara, pero siempre albergaba el deseo de la esperanza.


-¿La esperanza de qué? –Preguntaba el viejo mientras escupía sangre.


-De ver a mis seres queridos. Aquellos que murieron antes que yo. Aquellos que desaparecieron y jamás volví a ver. Aquellos a los que tuve que abandonar por culpa de esta viva maldición sin vida. Aquellos a los que besé y de los que jamás podré volver a rozar sus mejillas.


-Tú también has amado –decía el anciano con una voz cada vez más apagada-. Espero que al final…


    El hombre, rodeado de un charco de sangre, pronunció sus últimas palabras. Pues la muerte no le permitió terminar su frase. El visitante se acercó al cuerpo sin vida del anciano. Se acuclilló y le cerró los ojos.


-Yo también espero lo inesperado, aunque a estas alturas ya nada puedo pedirle a la vida que me consume como a ti te consumía tu enfermedad. Descansa viejo, pues si no hubiera sido un vampiro, me habría convertido en alguien como tú. La inmortalidad no es un don ni un privilegio. Es el caos desatado ante un hecho antinatural que al final nos vuelve locos.


    Radeon se levantó y mirando a su alrededor suspiró de impotencia. Su trabajo consistía en cumplir con sacrificios tan duros que no podía permitirse el lujo de añorar a nadie. Su voluntad de amar había desaparecido forzosamente. 


    Al salir de la vieja morada, sintió la brisa nocturna de un paisaje realmente bello ante la luz del sol; la oscuridad vuelve tenebroso aquello que es hermoso por naturaleza. Radeon siguió su camino. Ahora debía cumplir con su próximo objetivo y no había tiempo para lamentaciones ni sufrimientos.



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18.5.10

El caso de la araña digerida.


Hace ya tiempo que escuché la leyenda urbana de la araña que nos tragábamos accidentalmente. ¿No lo habéis oído? Bueno, pues yo sí. Según cuentan nos comemos una X cantidad de estos simpáticos invertebrados durante nuestra vida mientras dormimos, ya que por alguna razón que solamente ellas conocen se acercan a nuestras bocas y nosotros al abrirla nos las tragamos. Lo que ya no sé es si también las masticaremos. El caso es que estando en plena meditación en la orilla de la playa, poco antes de ponerme a practicar tai chi, mi amiga Audrey me comentó la posibilidad de investigar tal curioso fenómeno, por lo que una vez más me dispuse a embarcarme en una nueva aventura, por lo que me dirigí a mi escondite para vestirme con mi abrigo de investigador, que por cierto, seguramente lo cambiaré la semana que viene por mi chaleco de NOKIA de muchos bolsillitos porque ya hace calor. 


Una vez preparado le pregunté a Audrey si sabía cómo podía empezar mi investigación, pues aunque mi experiencia fuera reconocida internacionalmente, jamás me las había visto con un gran e inmenso grupo de arácnidos. Ella me contestó que la mejor manera de comenzar era acostarme y dormir, cosa que no me costaría mucho trabajo, pues soñar es mi segunda afición después de tumbarme en el sofá, por lo que éste parecía un caso hecho a mi medida.

El problema principal se planteaba cuando pensé en la posibilidad de tragarme una araña y no enterarme, a no ser que quisiera ser demasiado meticuloso en el infravalorado arte de escarbar entre mis propios excrementos durante el resto de mis días. Deduje por mi mismo que ese no era un buen plan, por lo que opté por el plan B.


El plan B era sencillo, pero se necesitaba de grandes dosis de paciencia. Un don sólo presente en un pequeño grupo de humanos. Tenía que dormir y dormir sin descanso hasta que diera la casualidad de despertarme y encontrarme una araña pegada a mi labio deseosa por entrar en mi estómago. Sinceramente, me imaginé un bichito haciendo fuerza con sus patas para abrir mi boca y colarse, pero después descarté ese pensamiento el día que vi un documental de la nasional lleografic sobre insectos y arácnidos. Así que comencé mi perfecto plan B.


Decidí acostarme y entrar en sueño tantas veces que tendría que estar durmiendo por lo menos una vez al día durante el resto de mi vida, preferiblemente de noche, pues es cuando estos animalitos se sienten más seguros para corretear por las casas y jardines varios. Sin más remedio noche tras noche me dirigía a la cama para comenzar a trabajar. Repetí esa operación durante casi treinta años, hasta que el día llegó.


Hay veces que cuando Dios decide ponerse generoso no hay quien lo pare, pues antes de acostarme vi una araña pegada en la pared en la que se apoya mi cama. ¡Esta es la mía! Pensé yo con ansias de acabar tan dura misión. Y ya que la noche anterior no dormí, faltando a mi deber como investigador, ya que salí con unos amigos para despejarme, sabía que el arácnido tendría tiempo suficiente para introducirse en mi estómago. 


Al día siguiente, al despertarme, no vi a la araña, ni tampoco notaba pesadez en el estómago de haberla digerido, por lo que deduje que escapó o bien se metió en una de mis orejas. La sorpresa vino horas después cuando la vi tumbada en mi propia cama. Mi alegría fue colosal, pues mi misión había terminado. Todo gran esfuerzo debe de ser recompensado.


 

CONCLUSIÓN:

El mito de las arañas es totalmente falso, pues si esa misma que yo vi no quiso ser deglutida, encontrándose muy cerca de mí, significa que ninguna otra querría pasar por tan raro y desagradable destino.


 

Y lo más importante. Audrey se sintió feliz.