27.6.10

Profunda voluntad

    La noche era tan oscura como la falta total de luz permitía, pues en medio de una llanura, donde el único indicio de vida humana era una mugrienta casa, cuyos restos oxidados por el paso sin piedad del tiempo carcomían la débil estructura. La falta de luna sólo hacía de la endeble morada una mancha borrosa en forma de sombría presencia aterradora. En su interior un anciano, atormentado por sus errores cometidos a lo largo de su larga vida, hacía del hombre un espíritu errante sentado en un roto pero aún cómodo sillón. El viejo, aún a pesar de no haber cometido grandes faltas que hubieran dañado a otras personas, se arrepentía de las decisiones, que aunque trágicas, cambiaron de una existencia rica y próspera, a una trágicamente solitaria y paupérrima. El sol se puso para él hacía ya muchísimos años.


    El hedor de la casa era ya un compañero inseparable del hombre que, cansado de vivir, se dejaba mecer a manos de un destino del que ya no creía. Las cucarachas, sus verdaderas amigas, se paseaban sin temor a la muerte por toda la morada. El hombre era un cadáver cuyo corazón seguía, todavía, latiendo.


    Mientras, un hombre de paso fuerte y firme abrió la puerta con la intención de encontrar al viejo. Misterioso y observador, parecía ver con la naturalidad del día, aún inmerso en la oscuridad. Se detuvo ante el solitario anciano que ni pareció inmutarse incluso sabiendo la presencia que lo observaba. El foráneo abrió el largo abrigo que vestía. Si la luz hubiera podido penetrar un solo segundo, se habría apreciado el uso y la larga historia que su ropa descubría ante el mundo en el que era exhibido. 


-Has venido –dijo el hombre sin moverse-. Te esperaba.


-Lo deduje en cuanto cumplí con mi objetivo. 


-¿Mi hijo? –Preguntó el anciano.


-Tal y como acordamos. –Respondió el visitante.


-Entonces el… 


-En efecto. –Asintió el recién llegado.


-¿Estás dispuesto a hacerlo? –Indagó el viejo.


-Creo que si cumplo con la palabra que le di te haré un favor. –Dijo el visitante mirando al hombre, sentado con la mirada perdida.


    El silencio se apoderó del lugar, pues el recién llegado sintió una gran empatía por el viejo, un hecho raro teniendo en cuenta su tosca personalidad. 


-Sé que no lo permites, pero… ¿Puedo hacerte una pregunta? –Expresó el hombre con ingenuo atrevimiento.


    El foráneo aguardó unos segundos antes de contestar, pues necesitaba pensar ante una inesperada cuestión a la que nunca había tenido que enfrentarse anteriormente. Examinó su piel pálida y sucia; el hombre hacía tiempo que no comía. Miró sus ojos, cuyas dilatadas pupilas por la falta de luz parecían decir con voz alta que no deseaba vivir más. Examinó su cabeza, cuya falta de pelo en algunas zonas acompañado de costras sangrantes, indicaba una enfermedad que le consumía lentamente. Definitivamente no perdía nada cumpliendo con la voluntad del anciano.


-Puedes. –Respondió escuetamente. 


    El hombre se inclinó levemente hasta despegar la espalda del asiento.


-¿Qué se siente al vivir tanto tiempo? –Preguntó con entrecortada voz.


-Jamás responderé a esa pregunta –dijo el visitante algo molesto-. Voy a acabar con esto enseguida.


-Tu voz rota indica que has debido de sufrir mucho.


    Sin mediar palabra, el foráneo sacó de su cinturón un afilado cuchillo que en pocos segundos ya rozaba el cuello del viejo.


-¡Por favor! –Exclamaba el hombre- ¡En la barriga!


    El visitante arqueó una ceja ante la inesperada voluntad de su víctima.


-Sufrirás más.


-Lo sé –decía con triste voz-, pero el tiempo que me quede querré saborearlo hasta el último soplo de mi aliento.


-Como quieras. –Dijo con aparente frialdad.


    El cuchillo penetró tan rápido como una flecha en el estómago del anciano. Éste apenas se inmutó, pues esperaba la muerte como si ya hubiera podido olerla. El viejo, tendido en el suelo sangraba abundantemente, mientras que el misterioso hombre se dio media vuelta para irse. Antes de abrir la puerta que conducía al exterior agachó la cabeza, aguardó unos segundos y se dio la vuelta mirando de nuevo a su agonizante víctima.


-La vida está hecha para acabarse –decía el foráneo-. ¿Qué si he sufrido? He pasado tantas penurias que deseaba como tú que todo se acabara, pero siempre albergaba el deseo de la esperanza.


-¿La esperanza de qué? –Preguntaba el viejo mientras escupía sangre.


-De ver a mis seres queridos. Aquellos que murieron antes que yo. Aquellos que desaparecieron y jamás volví a ver. Aquellos a los que tuve que abandonar por culpa de esta viva maldición sin vida. Aquellos a los que besé y de los que jamás podré volver a rozar sus mejillas.


-Tú también has amado –decía el anciano con una voz cada vez más apagada-. Espero que al final…


    El hombre, rodeado de un charco de sangre, pronunció sus últimas palabras. Pues la muerte no le permitió terminar su frase. El visitante se acercó al cuerpo sin vida del anciano. Se acuclilló y le cerró los ojos.


-Yo también espero lo inesperado, aunque a estas alturas ya nada puedo pedirle a la vida que me consume como a ti te consumía tu enfermedad. Descansa viejo, pues si no hubiera sido un vampiro, me habría convertido en alguien como tú. La inmortalidad no es un don ni un privilegio. Es el caos desatado ante un hecho antinatural que al final nos vuelve locos.


    Radeon se levantó y mirando a su alrededor suspiró de impotencia. Su trabajo consistía en cumplir con sacrificios tan duros que no podía permitirse el lujo de añorar a nadie. Su voluntad de amar había desaparecido forzosamente. 


    Al salir de la vieja morada, sintió la brisa nocturna de un paisaje realmente bello ante la luz del sol; la oscuridad vuelve tenebroso aquello que es hermoso por naturaleza. Radeon siguió su camino. Ahora debía cumplir con su próximo objetivo y no había tiempo para lamentaciones ni sufrimientos.



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2 comentarios:

Marta dijo...

Ni sé cuanto tiempo hace ya que no te leía!! Me ha encantado volver a hacerlo (y comprobar lo q has mejorado!!) El relato chulísimo!!

Andrés Costa dijo...

Muchas gracias por todo, me alegro que te haya gustado. Seguiré con más, así que espero que sigas leyendo. :D